De los días sin gatos

viernes, 22 de julio de 2011

Algunas veces me lo tomo personal y le grito a la gente en la calle, pero ya me cansé de vivir entre teclas y palabras inteligibles. No es que diga que no vale la pena, pero yo ya no sigo siendo la misma después del medio día, ni en la noche, y mucho menos en las madrugadas.
Me quedo en trance cada veinte minutos según la nenita de ojos negros, yo le creo, y por eso mismo confirmo mi teoría de que eso es lo que me tiene podrida, vivir con un alambre dentro de la cabeza cubierto de tinta y lleno de tantas manchas que me viven marcando, que me sugestionan y tienen el nombre y apellido de algunos transeúntes.
Y es que en estos asuntos de destapar paquetes de dulces soy muy mala, será por eso  que vivo tan quemada, no sé. Quizá por eso mi ego se ha visto tan afectado últimamente, corriendo de aquí para allá como mi mascota que nunca tuvo alas, pero que siempre saltó…Lo de recoger su cadáver en medio de las escaleras no fue mi asunto.  
Las tardes de mirarla a los ojos con esas medias rasgadas las estoy acabando, en cambio, pienso en comprar una de esas muñecas que venden por ahí y colocarla en la repisa a ver si un día de estos la convenzo de bailar una de esas canciones de Kurt. Maldita sea, y es que me está arrancando la pintura de las uñas, ya no me aguanto que de vez en cuando los lunes el recuerdo de sus manos en mis labios me ataque mientras miro las noticias de las seis.

Por Yeny Bernal Ciro

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